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María Pascual, o cómo ilustrar con nostalgia

Hace unos días terminaban nuestras vacaciones de verano. Y no podían acabar mejor que pasando unos días en la casa del pueblo de la familia de Julio. Y fue allí, entre naturaleza, tranquilidad y mucha comida casera, cuando me topé con un olvidado libro de cuentos que algo removió en mi interior. En la portada destacaba una ilustración infantil, cuyo estilo era tan definido y característico que rápidamente me hizo volver a mi infancia, cuando me pasaba horas y horas leyendo esos cuentos de toda la vida y copiando las maravillosas ilustraciones que traían en su interior.

Es curioso cómo una imagen puede hacer volar tanto la imaginación. En su momento, aquellos dibujos hacían soñar a niños y grandes con mundos fantásticos, donde todo era posible, y ahora el mismo dibujo nos recuerda a nosotros mismos pero algunos años atrás. ¡El poder de la imagen!

La autora de las ilustraciones era María Pascual, y aunque el nombre no os suene mucho, estoy seguro de que tendréis algún libro o recortable de ella por casa. Nacida en Barcelona, la ilustradora dio vida a un sin fin de cuentos clásicos entre los que se encontraban los de los hermanos Grimm, obras de Tolstoi o Andersen, Perrault, Dickens y hasta una Biblia infantil; realizó también cómics, recortables y libros didácticos como diccionarios ilustrados, consiguiendo hacer llegar su legado hasta Europa y Sudamérica.

El estilo de Pascual se caracteriza por ser de trazos muy suaves, donde la importancia se centra en la figura femenina, cuyos rostros angelicales (pero con cierta picardía) destacaban por sus grandes ojos y narices minúsculas. Alrededor de los personajes, siempre aparecían elementos decorativos como flores, animales o joyas que terminaban de componer la imagen. El uso del color era también muy importante para ella, destacando los azules y ocres, que se aplicaba de forma más o menos plana a los contornos.

Hoy, desde aquí, sirva esta mención como un humilde homenaje a una de las ilustradoras más brillantes de nuestro país, porque su inmortal obra siga permaneciendo en las estanterías de nuestras casas, y nos recuerde aquellos tiempos donde la magia y la ilusión impregnaban la vida de sus inocentes lectores.

 

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