. . .

El silencio y el arte puro de Judith Scott

En las últimas semanas he empezado a tener más momentos de reflexión acerca del tema de la inclusión en las aulas, gracias a una de las asignaturas del Master de Educación que estoy cursando. En concreto, y tras leer varios documentos, he llegado a un concepto que ha captado rápidamente mi atención, el arte puro, y cómo podemos verlo en la obra de Judith Scott.

Con las vanguardias de comienzos de siglo XX, comenzó a surgir el concepto de la subjetividad del creador de arte, algo que hizo que por fin surgiera un gran interés por aquellas obras realizadas por autores que aparentemente estaban fuera de la cultura, carentes de razón o conocimientos artísticos. En muchas ocasiones estos autores eran personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, y sus obras se consideraron la expresión máxima de gesto artístico, como verdaderas muestras de arte puro que llegaron a influir a artistas como Picasso o Klee. Lo más atractivo de este arte era que estaba libre de los convencionalismos y los cánones culturales y sociales.

Este nuevo cambio de pensamiento tuvo como consecuencia el desarrollo del arteterapia, que ha dado la oportunidad a miles de personas con algún tipo de carencia, de ser entendidas no solo como lo que son, sino también como lo que podrían ser y sueñan ser. ¿Y no es algo necesario para cualquier persona?

Este arte puro (también llamado outsider o arte marginal), que no nace con objetivos económicos ni influido por conocimientos artísticos ni contextos sociales y sin pretensión por complacer a nadie, tiene en la artista Judith Scott a uno de sus máximos representantes.  Cuando Scott nació, sus padres la separaron de su hermana gemela por tener Síndrome de Down, y la abandonaron en un hospital, donde pasó 36 años en las más tristes de las circunstancias posibles, y sin ser ni siquiera diagnosticada como sordomuda. Y es que Scott también padecía de esa minusvalía, y nadie se percató de eso hasta que su hermana en 1986 consiguió su custodia y la sacó del centro para pasar a ser su tutora. Por fin las hermanas volvían a estar juntas, y la vida para Judith estaba a punto de comenzar de verdad.

Por petición de su hermana, Judith comenzó a asistir al Creative Growth Art Center, una escuela de arte para personas con discapacidad, donde comenzó a desarrollar su enorme potencial artístico. Una de sus profesoras, al ver que Scott se pasaba horas emborronando papeles, le entregó ovillos de lana y palos y así nacieron sus primeras obras, envolviendo cualquier tipo de objeto con lana, hilos, telas, cuerdas… El resultado eran impresionantes esculturas con formas extrañas que empezaron a cotizarse con valores que superaban los 15.000 dólares.

Gracias a esta oportunidad, Judith Scott pudo demostrar todo lo que guardaba dentro. Del silencio de su interior creó obras que aún hoy siguen impactando en las exposiciones de cientos de museos de todo el mundo. Scott falleció a los 62 años, pudiendo haber disfrutado durante veinte años del éxito de sus creaciones. Al igual que hacía con ellas,  adoraba envolverse en collares y pañuelos, y dicen que cada vez que la artista recibía un elogio de alguien al contemplar su trabajo, ella se adornaba más y más, como si fuera un reflejo de lo que tanto había querido expresar.

La historia de Judith Scott es la historia de la importancia del arte como recurso de inclusión social. ¿Y es que no es el arte un medio para salvar vidas? 

2 comentarios en “El silencio y el arte puro de Judith Scott”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *